Seguro que alguna vez, cerca de una ventana, has visto como el polvo y otras partículas en suspensión, normalmente invisibles a tus ojos, se tornaban de pronto visibles mostrándose ahí, flotando tranquilamente en una pequeña porción de aire iluminado por la luz del sol, ante ti.
El truco del ilusionismo divino es algo igual de sencillo, sólo que a la inversa. Simplemente, lo percibido como realidad (el aire transparente «visible») es, en realidad, sustancia divina (partículas en suspensión «invisibles») que toma forma a través de nuestra mirada (el rayo de sol).
Es nuestra mirada, nuestro aparente «cada uno de nosotros» lo que codifica o filtra la realidad, que es vista constantemente por la divinidad como esa sopa de partículas divinas flotantes y lo transforma en cada una de nuestras realidades individuales y colectivas, en cada una de nuestras historias. Dicho de otro modo, cada una de nuestras identidades actúa como un velo divino, tras el que y gracias al cual, la nada potencial se «codifica» como todo lo experiencial, para ser experimentado en forma de toda experiencia vital.
Gracias al velo de tu persona, la divinidad descodificada se codifica como tú, viviendo esta historia de ti. La «matrix» es tu idea de ser tu persona con tu vida.
La realidad descodificada es un caldo divino de partículas flotando en él y deseando expresarse, vibrantes por su pulsión divina, vivas como la propia vida, dispuestas a ser todo lo que puedan ser.
La ilusión divina funciona tan bien porque se sustenta en un principio simple e inabarcable, la Nada siendo Todo. Esta certeza también es maravillosamente simple y desconcertantemente inmensa. No cambia nada y lo transmuta todo.
Simple e inmensa, la sustancia divina o consciencia cósmica está sujeta por propia voluntad a un proceso que se desarrolla como la vida misma, voluble a cada paso, ciclo tras ciclo, acotada en un aparente principio y fin, en todas las escalas de la vida material e inmaterial. Incluso el llamado despertar es un proceso que posiblemente nunca acaba. La vida se descubre algo nuevo a sí misma continuamente.
Este es el truco divino, simple y tremendamente convincente: filtrar su luz divina a través de ti, de mí o de cualquier cosa, quedando tamizada como tú, como yo o como cualquier cosa. Es el truco descubierto por la divinidad un día cualquiera, bajo una mirada cualquiera junto a la ventana, para advertir en el aire atravesado por la luz su caldo, su sustancia divina.
Lo divino es lo real. Eres divinidad enfundada en el velo de ti y mirando a través de tus ojos ¿Y qué ve? El mundo exactamente como tú, con tus percepciones, tus gustos y disgustos, mediante la historia de ti.
Lo que mira desde tus ojos y mira desde los míos, es exactamente lo mismo: sustancia divina.
Que tenga, pues, buen fin de semana, señor o señora sustancia.