«El inconsciente es la historia de la humanidad desde los tiempos inmemoriales» — Carl Jung.
Conceptualmente, la consciencia colectiva engloba aquellas creencias, actitudes y conocimientos compartidos dentro de las sociedades humanas, y genera un orden global que inevitablemente domina sobre la conciencia de los individuos.
Carl Gustav Jung (1875 – 1961) introdujo el concepto de inconsciente colectivo en psicología para distinguirlo del inconsciente personal e identificar los arquetipos que devienen de nuestros antepasados comunes. Para Jung «de una manera u otra, somos partes de una sola mente que todo lo abarca, un único gran ser humano».
Como habréis adivinado, el post de hoy tratará de (in)Conciencia divina. Un breve resumen previo: la Nada divina se manifiesta como Todo y después retorna a la Nada con la información de la experiencia bajo el brazo. Una y otra vez, vivenciando todos los potenciales infinitos que ya es. Evolución divina. Vamos, que tenemos para rato.
Esta evolución divina es su inercia natural, su voluntad. Una evolución emanante de su propia inercia hacia la auto experimentación. El punto de partida o big-bang de este proceso evolutivo reside en el incontenible amor por la vida, potenciales estallando en partículas de amor incondicional, filtradas a través de la experiencia condicionada inconsciente (animales y cosas) y consciente (seres humanos) como cada experiencia posible, que convierten finalmente su amor potencial en la constatación de su propio amor divino. Un amor potencial que podríamos categorizar como inmaduro en el big-bang, que gracias a la vida sucediendo se experimenta (se disfruta y se sufre) en todos sus claroscuros, hasta alcanzar madurez. Una infinita evolución divina de sí, en sí misma, gracias a la experiencia de ser todo lo que potencialmente ya es.
Entendiendo lo micro, se entiende lo macro. La vida humana individual y colectiva, se rige por la consciencia y por el inconsciente, llegando el inconsciente a boicotear el propio bienestar, sin siquiera saber conscientemente cómo. Del mismo modo, la consciencia divina identificada voluntariamente con sus múltiples formas de vida, se rige por su pretendida inconsciencia, olvidada de sí dentro de su onírico sueño, perdida en su experiencia vital en un estado amnésico y sufriente. Como hace la inconsciencia individual y colectiva con uno mismo.
Un sueño insufrible se convierte en pesadilla y lo natural es despertar de él. Pero, si despertar es volver a Nada y la voluntad divina es seguir soñando Todo… ¿Cómo despertar dentro del sueño, sin dejar de soñar? Es aquí cuando la Nada puede despertar a la Nada, o puede ocurrir que la (in)consciencia divina se torne consciente de su realidad auto impuesta bajo la condición de formas inconscientes (animales y cosas) y conscientes (seres humanos) ¿Es esto el gran Despertar?
Por mucho que pueda parecerlo, este mundo no es un error, ni una cárcel, ni una ilusión… Es una gran puesta en escena de la evolución divina, consciencia divina pareciendo materia inconsciente, ignorante de sí.
La ignorancia es la historia humana desde tiempos inmemoriales, asentada en la creencia divina de ser personas. Porque a lo largo de la historia, las personas conscientes de su divinidad fueron locos, marginados, algunos grandes maestros, otros fatalmente perseguidos.
Algo está ocurriendo, es innegable. Presencia divina en medio de la ignorancia humana, de forma masiva. A través de Pepa, Anne, Jonathan, Ranjit, Ada, Mei, Ramsés, Judit, Carmela… Personas normales que se saben divinas… En la oficina o en el supermercado… Un despertar individual de gente corriente, progresivo e irreversible, por divina voluntad. Se asemeja al desierto movido por el viento, avanzando grano a grano de arena, de manera inexorable.
Es un hecho constatable que la consciencia divina ha virado hacia la desidentificación con la forma sin abandonar la apariencia, adaptando su sueño onírico a la toma de consciencia de sí dentro del sueño, que así se torna lúcido. La unidad divina está en una espiral ascendente de reencuentros consigo misma bajo las experiencias vitales en sus formas conscientes (seres humanos) que, desde el sueño y en medio de la realidad filtrada por esta experiencia, sencillamente recuerdan qué son y qué es todo.
Comienza la historia de la humanidad divina, como lo hacen las buenas historias… Érase una vez única sustancia, jugando a ser ella misma bajo todas las formas posibles: inorgánicas, vegetales, animales, humanas conscientes de ser y humanas conscientes de ser única sustancia… divina.
La evolución divina es la vida cambiando, evolucionando y revolucionándose. En el primer capítulo de la historia que comienza, la divinidad lidiará en su inconsciente pretensión de seguir ignorando qué es realmente, puesta ya la voluntad consciente en saberse, una meta ganada de antemano.
«Si esta Naturaleza aparente es Dios escondido, es evidente que la manifestación de lo divino son la meta más elevada para el hombre sobre la Tierra»— Sri Aurobindo.